Etapa de adaptación
- Centro Educativo Barney
- 22 mar 2014
- 2 Min. de lectura
Es un proceso muy importante, ya que se dan sentimientos contradictorios: las familias tienen miedo de dejar en otras manos a un ser que hasta ese momento ha dependido totalmente de ellas.
Pueden aparecer inseguridades: se pueden sentir juzgadas por las otras familias y por las educadoras.
A lo largo de los días, el ambiente se relaja en el espacio de las familias. Llegado el momento, hay gente que vive bien la separación y se va con tranquilidad. A otras personas les cuesta dejar a su hijo o hija y, sin darse cuenta, alargan la despedida. Otras quisieran desaparecer sin que el niño se enterara. Pero en general recalcamos la tranquilidad con la que se vive la escolarización, el deseo que se despierta en los niños y las niñas de volver a la escuela, y la oportunidad que tienen las familias de interrelacionarse.
El período de adaptación
Al volver de las vacaciones, especialmente las de fin de año, después de haber compartido ratos largos con la familia, los amigos, necesitamos un tiempo para adaptarnos al ritmo de trabajo, al horario laboral, al del jardín.
Para los más pequeños, entrar por primera vez en la escuela infantil también supone un esfuerzo, una situación nueva, un cambio que puede provocar ciertas inquietudes; la separación física de la madre puede despertar inseguridades; el espacio nuevo y desconocido genera miedo y angustia; el niño pasa a formar parte de un grupo, a compartir al adulto, a aceptar unas normas, pautas y dinámicas a las que poco a poco deberá irse adaptando y con las que deberá irse familiarizando.
Como Centro Educativo pensamos que el período de adaptación es el tiempo que necesita cada niño para sentirse seguro, tranquilo y a gusto en la escuela. Unos necesitarán dos semanas; otros, todo un trimestre, porque cada niño, cada familia, cada historia, cada vivencia es única y diferente. Hay niños que lo manifestarán llorando los primeros días o pasadas unas semanas; otros se despertarán por la noche buscando a sus padres, no querrán separarse de la madre por miedo a que desaparezca o, por el contrario, le mostrarán indiferencia; también puede ser que pierdan el hambre o presenten conductas regresivas (volver al chupete, no controlar los esfínteres...).
Todos estos síntomas son transitorios e irán desapareciendo a medida que el niño se sienta seguro. Es importante mantener una actitud tranquila y serena: es un proceso que todos, niños, padres y madres y educadores, tenemos que pasar.















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